-A las que ya no están, pero queda su reflejo.

Cada año contiene un 8 de Marzo diferente, compuesto por un tejido en constante cambio y transformación que pretende abarcar todas las demandas, necesidades y objetivos que reivindican las mujeres.

Cada año es diferente porque el movimiento crece, se suman nuevas generaciones de mujeres que creen en la fuerza de lo colectivo, recogen el testigo de las promotoras del cambio y alzan su voz contra las desigualdades, un clamor difícil de silenciar, por mucho empeño que se ponga en ello, ya que todo lo que se visibiliza existe, todo lo que se pronuncia cobra forma y en la unidad gana eco, consistencia y verdad.  Sus nuevos lemas : ”Déjame ser algo más que un cuerpo”, “El patriarcado me da patriarcadas”, “Sola, borracha, quiero llegar a casa”…  garantizan una transmisión intergeneracional necesaria para que el legado continúe.

Cada año hemos ido incorporando términos a las reivindicaciones: “brecha salarial”, “techo de cristal”, “roles de género”, “trabajo no remunerado”…  términos que suponen aumento de la distancia entre lo conseguido y lo que todavía nos falta por lograr en este camino en el que asentar los derechos de las mujeres supone siempre un sobreesfuerzo mayúsculo.

El 8 de Marzo de 2018 se consiguió una movilización sin precedentes.  Bajo el lema “Si nosotras paramos se para el mundo”, miles de personas inundaron las calles en 120 ciudades denunciando la desigualdad de género en todas sus vertientes, situando a este país en la vanguardia del feminismo mundial.  Un paro de 24h sumado a todas las concentraciones generadas mostró una “conciencia violeta” permeable en toda la sociedad. Un 8M tallado e  impulsado desde el origen de los movimientos feministas,  que lograron extender sus principios ideológicos sumando energías en favor de una lucha colectiva, visibilizando una necesidad de transformación social que deconstruyera el papel heredado de las mujeres.

El trabajo en red mostró sus frutos y no se detiene.

María Domínguez Remón fue la primera alcaldesa española durante la II República en la localidad de Gallur, Zaragoza. Periodista, poetisa, feminista y docente, fue fusilada al inicio de la Guerra Civil y olvidada por la historia, nada casual, como sucedió con tantas mujeres pertenecientes a ámbitos públicos y privados que pretendieron transformar la sociedad en la que vivían.  El término “Sororidad” (alianza, hermanamiento, complicidad entre mujeres) nace después de que María Domínguez,  Maurilia (impresora oscense de la que no se recoge ni el apellido, ya que durante siglos, ella y sus compañeras de oficio hacían constar en la titularidad de sus imprentas “Viuda de…” un ejemplo más de invisibilidad) o la soprano turolense Elvira de Hidalgo, entre otras, llevasen tiempo practicándolo, impreso en su ADN fueron generando entornos de convivencia y apoyo entre mujeres como ha venido sucediendo, onda expansiva tras otra, a lo largo de las décadas: Redes de apoyo vecinales, asociaciones culturales, recreativas, deportivas, proyectos integradores…  son el resultado.

Porque ellas fueron llegaron otras y esperamos a las que vendrán.

El movimiento 8M alcanza una raíz profunda difícil de arrancar pese a todo lo que se tira de la soga en dirección contraria.

Si como decíamos al principio cada año contiene un 8 de Marzo diferente, capaz de adaptarse a nuevas exigencias y retos, este año, por todo lo transcurrido y la situación pandémica en la que nos encontramos, será, sin lugar a dudas, una reivindicación fuera de lo común, expuesta a la crítica furibunda que asumimos (“Ladran, amigo Sancho, señal de que cabalgamos”), caracterizada por los principios reguladores y normativos inscritos en nuestras vidas desde hace un año, pero no por ello menos evidente y necesaria.

Un informe de la ONU sobre Violencia contra las Mujeres en el contexto del COVID-19 revela que, desde que se desató el brote, se ha intensificado todo tipo de violencia contra mujeres y niñas, sobre todo, la violencia en el hogar.  Los servicios esenciales de protección y refugio han alcanzado el límite de su capacidad.  En España, las llamadas al 016 aumentaron un tercio durante el confinamiento. 1081 mujeres han sido asesinadas por violencia machista en nuestro país desde que se comenzaron a recopilar datos, en 2003.

No son sólo cifras. Ellas ya no están.  Para que no se sumen más muertes es necesaria la pedagogía social, el acompañamiento, el trabajo en red, el compromiso colectivo… Y la denuncia, repetida tantas veces como sea necesaria. NI UNA MÁS.

Quizás este año no nos veamos en las calles, pero seguimos estando, no por ello silenciadas o divididas, actuando en nuestro entorno, desde nuestras posibilidades, mirando a la otra, siendo capaces de empatizar y perseverar llegaremos a otros marzos… La lucha continúa.

 

Junta de Gobierno CEES-ARAGÓN