El amor nunca debe valer la pena… sino la alegría.

No se parece a una cadena, ni a una condena, no es un título de propiedad privada, no equivale a un

“Tú te callas”, no discrimina ni aísla, no es una princesa rescatada, el mito del amor romántico ya no está en vigor.

Son necesarias estas negativas continuadas, transmitidas como un mantra, para evitar normalizar el maltrato.

Es lo que debemos estar haciendo cuando las cifras de asesinatos  machistas siguen en aumento de forma alarmante, tanto en nuestro país, como a nivel internacional.

Mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, de sus acosadores, mujeres que salieron una mañana de casa camino de la Universidad, del trabajo, de una fiesta… y ya no volvieron.

Acabar con la vida de una mujer por el mero hecho de serlo, las sociedades patriarcales toleran mal el empoderamiento femenino, la autonomía, la reivindicación, el feminismo… todo lo que escapa a su control, aunque sean derechos correspondientes al 50% de la población.

El Convenio de Estambul, firmado por España, reconoce la violencia contra las mujeres como «una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, entendiendo por ésta todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar estos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada».

La violencia contra las mujeres es la primera causa de muerte prematura de éstas, por delante de los accidentes de tráfico o el cáncer.

Podemos firmar convenios, idear planes, programas, proyectos…  el papel lo soporta todo, pero si no educamos en igualdad, si no nos la creemos, si no formamos a todas las personas agentes de cambio que pueden contribuir a transformar esta increíble realidad social de nada sirven las buenas intenciones.

Urge la acción, el compromiso, asumir esta lacra como responsabilidad colectiva, no cómo algo que sucede en el ámbito privado, porque nos queremos vivas y porque la violencia tiende a ocultarse cuando no sabemos cómo afrontarla.

Seguiremos culpando de las violencias machistas a la justicia que interpreta las leyes desde el patriarcado. Sólo con jueces con formación de género tendremos una justicia de cuidados.

Seguiremos culpando a los/as políticas/os que con discursos atroces sólo fomentan la brecha de género…

Sólo con educación feminista desde la infancia y con conciencia colectiva se puede cambiar este sistema que nos oprime día a día.

La Educación Social trabaja interdisciplinarmente porque el acompañamiento a las mujeres maltratadas sirva para entender cada proceso en su contexto, respete los tiempos y las mochilas de vida e impulse a alcanzar cotas de libertad.

Trabajamos en red, somos una profesión transformadora que trata de mejorar la calidad de vida de las personas y colectivos a los que se dirige.

Hoy, 25 de Noviembre, Día Internacional de la violencia contra las mujeres queremos alzar la voz, vernos en la calles, sumar fuerzas para reivindicar una sociedad garante de derechos, cada vez más justa, más igualitaria y más libre.

 

JUNTA DE GOBIERNO DEL CEES-ARAGÓN